Trabajo sexual en Rio Cuarto: “Las primeras noches se pasa frío después te acostumbras”

Maricel relata cómo fueron sus noches detrás de las ventanas de la “zona roja” de barrio Alberdi. “Es cierto que Río Cuarto cambió, pero seguimos viendo a los travas en la calle Pedernera, a las pendejas en la ruta y a las “Lías” en las ventanas”, advierte.

Una calle de tierra y varios descampados. En una esquina, la verdulería de doña Tota, una gentil anciana de casi 70 años que comenta con la misma candidez la suba del tomate y los últimos allanamientos. A diez cuadras hay una cooperativa, junto a la cual espera Maricel -nombre ficticio-, una mujer adulta dispuesta a contar su historia, que es la historia de muchas mujeres. Vive con dos de sus cuatro hijos. Los que no viven con ella ya fueron papás: “De dos varoncitos y una chinita”, aclara Maricel, sin poder evitar su debilidad por la nietita de tres años. La casa tiene una cocina-comedor y dos habitaciones, una a medio terminar. Las paredes están recién pintadas de verde agua y una cortina separa el pasillo de las habitaciones y el baño. Maricel pone la pava para el mate y saca unas galletitas de la alacena.

– ¿Dulce o amargo?-, pregunta.

Maricel fue trabajadora sexual desde muy joven. Hace algunos años decidió abandonar aquéllas noches frías a la intemperie para emprender un negocio en su propia casa: una química. “Ya estaba podrida. Dos de mis chicos ya eran grandes y no podía estar mintiéndoles todas las noches. No terminaban de entender qué es lo que hacía. Dejarlos solos me destruía, lloraba mucho. Así que un día no fui más. Al principio costó, pero después se me ocurrió lo de la química y le fuimos agregando cositas, viste”, cuenta.

– ¿Cómo se llega al trabajo sexual?

– En mi caso no quedaba otra, había que comer. Yo no estudié, no tuve la oportunidad de encontrar de qué trabajar. Era complicado y lo sigue siendo. Mi hijo más grande trabaja en las obras y él hizo hasta segundo año del secundario, viste. Yo cuando arranqué todavía no tenía hijos ni nada, y bueno, de algo había que vivir. Me acuerdo que arranqué y quería ser como Lía Crucet, esa mujer exuberante y voluptuosa. Pero mi cuerpo no da para ser como ella (ríe). Las primeras noches se pasa frío, después te acostumbrás. A los 16 años arranqué a trabajar en la esquina, después probé cerca del autódromo, pero me quedaba muy lejos. Entonces me instalé en el puterío de los ocho cuarenta o las cabronas. Aparte me quedaba más cerca.

Los “ocho cuarenta” son, en la jerga del proxenetismo, los “fiolos” o “cafishios”, que se dedican a reclutar y “regentear” mujeres. Las “cabronas” son las mujeres que los acompañan en esa tarea.

– ¿Por qué no fuiste a la ruta?

– Primero porque era un viaje, aparte imagináte lo que era a la vuelta caminar para este lado; capaz te choreaban en la esquina y ¿qué haces? Toda la noche chupando pijas para nada porque viene un negro y te roba cuando estás entrando al barrio o cruzando el A Hoy en día muchas pendejas se paran ahí. Si sos una chica joven te mandan más al sur. Van porque se drogan o por obligación. Y como son primerizas les hacen de todo. Hay que poner límites, porque los tipos se abusan.

– Decís que las mandan, ¿Quién las manda?

– Los maridos o los fiolos. Ojo que también están las cabronas, que agarran a las chinitas y las mandan a laburar. Y si no hacen plata las cagan a palos. Muchas de las que se paran hoy en día o están en los puteríos van porque las manda el marido, sino no irían ni en pedo. Los fiolos no desaparecieron, aunque no haya cabarets. Debe haber más que antes…

Maricel se ríe y acomoda su cabello. De pronto su postura cambia, como si quisiera transmitir seguridad o estuviera acusando a alguien. Entre mates y galletitas de agua, de pronto parece avergonzarse de lo que está contando. La risa le sonroja la cara mientras el cabello cae sobre su frente. Hace una pausa, toma otro mate y sigue. El agua todavía está caliente.

– ¿Cómo era una noche en la “zona roja” de barrio Alberdi?

– Arrancaba tarde, después de las doce, porque antes no iba nadie, todavía andaban los chicos en la calle. Te preparabas al frente de la ventana, cosa que si alguno pasaba ya te viera ahí. Se abría la ventana y nos sentábamos, una al lado de la otra. La más joven casi siempre era la primera que se veía, para llamar más la atención, aunque los tipos no le hacían asco a nada. Mucho viejo con plata pasaba. Los veías sentados en su auto mientras daban vueltas por el barrio, porque hay varias ventanas que ver. En la que yo estaba era muy concurrida porque estaba yo (larga una carcajada). El viejo entraba, acababa en dos minutos y se iba. Ese era de los trabajos más fáciles. Le decias “volvé cuando quieras” y el viejo asqueroso te decía “si, si. Nos vemos”. Y por ahí el viejo abuso te chirleaba, ¿podes creer?

– ¿Los más complicados cuáles eran?

– Los negros que venían drogados. Esos se abusaban, los teníamos que sacar cagando. Una vez el fiolo casi mata a uno en medio del pasillo. Se había abusado de una chiquita joven. Lo cagamos a patadas en el piso: con las nenas eso no se hace.

– ¿Qué se ve a la noche?

– Se ven muchas cosas. La noche no es para cualquiera. Te puedo asegurar que muchos de los que lean esto no se imaginan las ventanas o no entienden cuando nosotros decimos los 8-40. Es algo que desde chiquito nomás lo aprendés, porque te criás en medio de putas. Yo me crié así, entre putas y fiolos. Te puedo asegurar que muchas pendejas chetas nunca escucharon hablar de la calle Pasteur, pero el padre era uno de los que venía los sábados a la noche, cuando la mujer salía a comer con las amigas. Esas pendejas ni siquiera han visto estas luces amarillas, y yo a la misma edad que ellas ya estaba parada debajo de una. Un poco las envidio.

Maricel vuelve a reír, aunque esta vez su risa parece de compromiso, algo forzada, como para suavizar la última frase de su relato.

– ¿Crees que todo pasa por una cuestión de oportunidades?

-Obvio, de acá antes salías puta si eras nena, o chorro si eras nene. ¿Estudiar?, acá a nadie le importaba si estudiabas, si tenías 14 o 30 años. Estábamos todas por lo mismo. O casi todas, porque también había algunas que venían para tomar gilada y los mangos que se hacían los gastaban en eso. Mis hijos, gracias a Dios, nunca tuvieron que salir robar. Si me enteraba que lo hacían los mataba, pero de igual forma los discriminaban por vivir acá al fondo.

La conversación fluye mientras el mate comienza a lavarse y al termo ya le queda poca agua. Maricel frunce el ceño cuando recuerda los abusos que sufrió de algunos de sus “clientes”. “Son unos asquerosos, la mayoría no querían cuidarse –sentencia-. Menos mal que en el último tiempo yo ya tenía las trompas ligadas”.

– ¿Hubieses elegido esta vida para vos?

– Ni en pedo (ríe otra vez, pero esta vez una lágrima asoma por sus ojos negros). Cagarse de frío, que te golpeen, no estar en tu cama. No sabés lo que se extraña tu cama cuando estás al costado de la ruta con un tipo que no conocés de nada. Esa sensación de soledad no se la deseo a nadie. Te rompe al medio. Si no estás drogada mientras lo hacés sos muy infeliz. Más en las condiciones en las que nos prostituimos nosotras. Hoy hay otras cosas en internet: telos a todo ojete. Hay chicas que viven muy bien de esto, que hacen plata porque se meten con gente de plata que les compran departamentos, les regalan los estudios. ¿Sabes la cantidad de pendejas que se prostituyen porque de esa forma pagan sus carreras? Esas al lado nuestro son afortunadas, te aseguro que hasta eligen a quien cogerse. Nosotras no. Todo es muy distinto. Es muy triste pasar por las ventanas y seguir viendo a compañeras de 50 años sentadas. Te parte. Y si ves a una pendeja, peor todavía. ¿Qué haces qué no estás estudiando, nena? ¿Quiénes son tus padres?. Es cierto que la ciudad cambió, pero seguimos viendo a los trabas en la Pedernera, a las pendejas en la ruta y a las “Lías” en las ventanas. Eso no cambió.

Llueve. El agua del termo se terminó. Momento de la despedida. Surge una última pregunta, inevitable.

  • ¿Cómo son tus noches ahora?
  • Calentitas, es lo primero que me sale decirte.

Alito Calderon

Estudiante de Comunicación Social. Esta producción fue realizada en el marco de la cátedra Multimedia.

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