Gabriela Solsona: “Me quede sorprendida, eran divertidas, eran humanas”

Ser monja y dejar los hábitos, un vistazo a través de la experiencia de una Ex-Hermana.

La imagen de “La Monja” es una que se construye de diversas maneras en nuestra sociedad, en las peliculas de terror es un monstruo de ojos negros que salta desde el fondo de un pasillo oscuro, en los musicales puede ser una “novicia rebelde” que deja de lado sus habitos al encontrar el amor, pero en general, es seguro decir que las personas que eligen dedicar su vida a la religion, resultan un enigma para la mayoria de nosotros.

Gabriela Solsona tiene 44 años, estudió Comunicación Social, tiene el pelo corto, tatuajes en los brazos, va a todos lados en bicicleta, y vivió en muchos países. Si bien encaja con todos las características de una mochilera que dedicó su vida a la aventura, o de una periodista que se mudo de aquí a allá persiguiendo alguna historia, la verdad es que Gabriela pasó gran parte de su vida, 15 años exactamente, como hermana en un convento.

Resulta difícil, casi imposible, imaginarse que puede llevar a una persona de estas características a dejar de lado su libertad e individualidad para dedicar su vida a la religión,  “Lo vi en el anuncio de un diario” explica Gabriela con total naturalidad, “Me lo mostro mi mamá, eran monjas que se dedicaban a la Comunicación, que era lo que yo estaba estudiando, así que me resultó interesante”.

Gabriela era religiosa, pero como la mayoría de las personas, consideraba que las monjas eran mujeres ancianas, generalmente amargadas y particularmente reservadas. Aun así decidió arriesgarse, y emprendió un viaje desde su ciudad natal de Río Cuarto hacia Buenos Aires, para ver en carne propia cómo funcionaba el convento. “Me quedé muy sorprendida, eran divertidas, veían el noticiero, tenían sus ideas políticas y sus equipos de fútbol favoritos, eran humanas”. 

Gabriela dice haber sentido un llamado interno, motivaciones tanto espirituales como psicológicas que la llevaron a unirse a la congregación, pero explica que el ingresar no es un camino fácil, “Primero son dos años de aspirantado, después sos postulante y despues esta el famoso noviciado.” Además de ser un proceso largo, requiere de un acompañamiento psicológico riguroso, que generalmente es brindado por una de las hermanas “Muchas veces gente con problemas psicológicos se refugia en las instituciones que son muy estructuradas, donde te dan un horario y premisas muy claras. No lo hacen conscientemente ni por maldad, pero el humano inconscientemente busca una estructura que te de contención, seguridad”.

La congregación a la cual Gabriela formaba parte se llama “Las Hijas de San Pablo”, en su página web se definen como “Religiosas cuya misión es evangelizar y anunciar la Palabra de Dios a través de los medios de comunicación social.” Fue fundada en 1915 en Alba, Italia, por el Beato Padre Santiago Alberione y la Venerable Hermana Tecla Merlo. En el año 1931 las Hijas de San Pablo llegaron a Argentina, y desde allí se expandieron hasta Uruguay (1964) y Paraguay (1994).

El día a día dentro de instituciones religiosas está rodeado de mucho misterio, es difícil imaginarse de qué formas es diferente la rutina de alguien que decide dejar de lado su individualidad para dedicar su vida a un dios. En esta congregación las hermanas se dedican a dirigir y mantener una editorial multimedial llamada “Paulinas”, por ende cumplen un horario de un trabajador relativamente normal, al que se le agregan actividades espirituales y religiosas, como la oración y la vida en comunidad.

Contrario a lo que puede creerse popularmente, la vida religiosa no está presente como un mandato religioso en el catolicismo “La vida religiosa en la biblia no aparece en ningún momento, en vida Jesús nunca habló del tema”

Según Gabriela, la razón por la cual surgen las congregaciones religiosas, es debido a un deseo por parte de los creyentes de vivir un estilo de vida que te haga lo más parecido a un Jesús vivo,  “Por eso se realizan distintos votos, votos de castidad, de pobreza y de obediencia, de pobreza porque Jesus no tuvo nada, de obediencia porque Jesus fue obediente a la voluntad de dios hasta dar su vida en la cruz, y de castidad porque Jesus no tuvo ni esposa ni hijos.” 

La iglesia es una institución bastante polarizante en nuestro país, y en la actualidad no es extraño que este ente sea asociado con ideas que pueden considerarse anticuadas en cuanto a problemáticas sociales, como en cuanto a cuestiones de género o diversidad sexual, por ejemplo, “La iglesia catolica dice que hay que tener mucha compacion con las personas que sufren de homosexualidad, utiliza la palabra sufrir”. Si bien hay un número especial en el código de derecho canónico que condena las relaciones homosexuales, esto no significa que todas las personas que forman parte de instituciones religiosas tengan la misma opinión, “Hay una diversidad muy grande dentro del mundo católico, y peleas internas. Hay gente muy ortodoxa, que no aprueban el aborto por ejemplo. Y tenes a una hermana como Carmelita, que es una monja de clausura que trabaja en la Patagonia ayudando a mujeres transexuales a salir de la prostitución.”

Es difícil entender cómo se pueden reconciliar modos de vida más modernos, con valores que resultan anticuados, cuando se estima que las personas que forman parte activa de instituciones eclesiásticas están siguiendo el mismo libro de reglas, pero Gabriela explica que en realidad hay una diferencia entre las normas escritas y las distintas formas en las que cada grupo decide ejercer la fe, “Si vamos al caso ni siquiera los católicos cumplen lo que los católicos tienen que cumplir”

Gabriela tiene la experiencia, no solo de haber sido una hermana, sino también de haber dejado los hábitos, y de haberse reencontrado con una vida fuera del mundo religioso después de 15 años. Aunque sería normal pensar que el evento que llevó a Gabriela a dejar los hábitos fue algo negativo o incluso traumático, en su caso fue simplemente el darse cuenta que Jesus ya no estaba en el centro de su motivación “Una de las cosas que siempre me dije a mi misma era que yo iba a ser lo más coherente posible, sin engañarme, y que la congregación no fuera un hotel para yo vivir tranquila sin problemas, sin pagar luz o gas, un refugio, cuando yo vi que había ese peligro, que Jesucristo ya no se encontraba en el centro, decidí iniciar el proceso de retirarme de la congregación.” 

El cambio de una realidad a otra es muy brusco, ya que no existe un acompañamiento ni institucional ni desde la fe para guiar a las personas que deciden alejarse de la vida religiosa, “Vos salis de la congregación y quedas como solo, se nota mucho porque uno vive una vida de comunidad  de oración muy fuerte, y de repente salís y no tenes un grupo o una instancia institucional que te ayude a hacer un pasaje desde la fe. Aún hay mucha gente que sigue creyendo que si vos abandonas la vida religiosa es como q traicionaste a la institución”

Gabriela ya no se identifica como católica, ahora vive su pasado como religiosa como un recuerdo grato, aunque admite no sentir nostalgia ni deseo de volver, “Yo no soy personalmente de decirlo mucho, no es que digo ‘Hola, soy Gabriela, fui 15 años monja’ no, no me vas a escuchar diciendo eso. Es más, ya hay gente que a esta altura no lo sabe, capaz que ve que viví en muchos países y les llama la atención pero nada más, y yo no les voy a decir (rie)”.

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