Padre Barbero: “Esto es una familia grande”

“Queremos que crezcan en un ambiente familiar, y esto es una familia grande” así define y comenta el espíritu de la obra el sacerdote Eusebio Barbero. Fundador de la Ciudad de los Niños, hogar de niños ubicado en la ciudad, que este noviembre cumple 33 años de su fundación. 

Piecitos corriendo, risas contagiosas, canciones y juegos componen la banda sonora que da identidad a este lugar. Desde hace 33 años, un predio ubicado en cercanías a la ciudad de Rio Cuarto se volvió casa de todos los niños y niñas que lo transitaron. Se trata de la Ciudad de los Niños, hogar de niños fundado por el sacerdote Eusebio Barbero, ubicado actualmente en Sabattini 4200. Allí se recibe y cuida a niños y niñas que, por encontrarse en situaciones de vulnerabilidad, deben dejar sus hogares. 

A día de hoy cuenta con cuatro casas donde los niños residen según sus edades, capilla, escuela de oficios, biblioteca, salón de usos múltiples y escuela puente (educación inicial, primaria y secundaria). Esto es el resultado de un largo caminar de personas comprometidas y movilizadas a acompañar la niñez. 

La ciudad de los niños no tiene 33 años, tiene muchísimos más, fue soñada mucho tiempo. Nosotros fuimos participes de este sueño del Padre, un sueño de familia grande. Empezamos a soñar en el grupo juvenil de San Martín de Porres, yo tenía 14 años. Hoy esos mismos jóvenes somos abuelas y abuelos y seguimos acompañando.” Silvia Cortés es una de las personas que estuvo en la obra desde su fundación, en un principio llevando el registro de los niños que llegaban, coordinando el roperito que allí funcionaba, la biblioteca y supliendo las necesidades que surgían. 

 

Desde los cimientos. 

Mario, Zacarías, Gustavo, Natalí, César, son algunos de los nombres de los primeros niños que formaron parte del hogar, allá por 1987. 

Tenía 8 años cuando llegué a la Ciudad con mis 3 hermanos. Cuando se consiguió el terreno donde ahora está, no había nada, solo campo y una caballeriza”. César Cardozo, uno de los primeros niños que vivieron en ese lugar, recuerda con cierto brillo especial en los ojos aquellos momentos de su niñez. 

“Hasta el día de hoy sigo yendo, mi hijo va al secundario ahí. Soy muy agradecido, todo lo que soy es gracias al Padre Barbero. Hoy tengo mi casa, mi familia, mi trabajo, y soy buena gente gracias a todo lo que me dieron en la Ciudad.” 

En el año 87, cuando César y los demás niños llegaron al predio donde hoy se ubica la fundación, no existía nada de lo que hoy se conoce. Cuando se comenzó a construir lo que hoy es la “casa cruz” (compuesta por las 4 casas donde viven los niños), todos los niños que allí estaban colaboraron en el proceso. 

Todos los cimientos los hicimos nosotros, los varones que estábamos ahí. Con guia de los albañiles que estaban trabajando, pero las primeras punteadas las hicimos nosotros. Es

algo muy lindo y un recuerdo que voy a llevar toda mi vida, porque todos pusimos nuestro granito de arena, un pedacito mío siempre va a estar ahí.” 

“Esta obra la hicimos y la hacemos entre todos, desde sus cimientos ha sido un trabajo en comunidad. En comunión, en familia. Es por esto que a pesar de los años no se agota, sigue caminando, siempre para adelante” Eusebio Barbero, sacerdote y fundador de la obra, a sus 80 años de edad, dedicó gran parte de su vida a este sueño. Hoy, aunque sus pasos sean lentos y ya no tan firmes, sigue trabajando “para que la niñez no esté sola” usando sus propias palabras.

 

La Ciudad de los niños, está compuesta por trabajadores que se desempeñan en distintos roles (responsables de casas, coordinadores, administrativos, docentes, etc) pero también muchas otras personas colaboran con la obra de manera desinteresada. “Siempre por amor, nunca por compromiso, eso no existe para mí.” Afirma Silvia Cortez con una sonrisa. 

Esta “familia grande” como le gusta denominarla al Padre Barbero, afirma que vivir y compartir la vida en la Ciudad no es un trabajo de lunes a viernes; es todo el tiempo, todos los días, todo el día. Requiere de entrega y vocación, pero sobre todo de amor. “Hace 7 años trabajo como responsable de la casa de las nenas más chicas en el turno de noche. Ceno con ellas y al otro día desayunamos y las preparo para la escuela. Lo que más me gusta de este trabajo es el contacto con los niños, es poder estar, acompañar.” Paola Zárate es docente y por las noches acompaña a las niñas más pequeñas. Cuenta que el compartir con los niños es muy gratificante. Aunque no todo es tan fácil y los primeros días de los niños en la ciudad son, generalmente, muy duros. 

“Algunos chicos cuando llegan acá se deslumbran, se deslumbran por todos los juguetes que hay. O hay situaciones de chicos que nunca antes habían tenido un lugar donde dormir, entonces cuando acá se encuentran con una cama es algo que no pueden creer. Pero

también lo más difícil es cuando llegan. Cuando son separados de sus familias. Ese día, esa semana, hasta que se adaptan, es muy difícil. Con los juguetes los podes entretener un rato, pero las primeras noches son muy difíciles. Ellos lloran, piden por sus familias. Nosotros buscamos contenerlos, y si bien uno los puede sostener en ese momento, no puede llegar a compartir su dolor más profundo.” Cuando llega el frío de la noche, no hay castillos ni rompecabezas ni muñecos que distraigan a un corazón tan pequeño en la inmensidad de un mundo que todavía no conoce. Solo quedan entonces los abrazos contenedores y las miradas cálidas de quienes día a día trabajan acompañando la vida de estos niños. 

Como toda familia, a lo largo de los años han adquirido costumbres que los acompañan. En el mes de noviembre, con motivo de festejar el aniversario de la fundación, en la Ciudad de los Niños se realiza un gran almuerzo. 

“La tallarinada surge de pensar de qué manera podíamos, aunque sea una vez al año, reunir a todas las familias de los chicos, que conocieran donde viven, con quienes comparten sus días. Estábamos convencidos de que tenía que ser un domingo y tener olor a familia. Con mi marido tenemos una panadería, asi que sabíamos que harina y huevos no nos iban a faltar. Así surge la tradicional tallarinada que hacemos todos los noviembres”. Cuenta Silvia, quien junto a su marido, “Pino”, supieron complementar su familia, con su trabajo y sus ganas de ayudar. Uno de estos últimos años, tuvimos cerca de 450 personas en el almuerzo, esa vez amasé 50 kilos de harina y rompí 500 huevos.” 

Programa de padrinos y madrinas 

Una pregunta recurrente es ¿cómo se sostiene la obra?, las necesidades de 50 niños todos los días, no son pocas y sostenerlo es una importante tarea. Si bien la fundación San Martín de Porres recibe por parte del Gobierno subsidios propios de su tarea, un importante pilar en esta familia grande son los padrinos y madrinas. 

El programa de apadrinamiento está vigente hace ya muchos años y consiste en un pequeño monto de dinero que se dona mensualmente. A través de algunos bancos puede realizarse por débito automático e incluso la donación se puede deducir del impuesto a las ganancias; ya que la fundación se encuentra habilitada para recibir donaciones deducibles según el Artículo 81 c de la Ley de Impuesto a las Ganancias. 

Apadrinar es una tarea que no termina en la suma de dinero. Aquellos que forman parte de este programa, reciben via Whatsapp información sobre las actividades que van realizando los niños y se los invita a participar de aquellas que así lo permitan.

“Tu generosidad se hace pan, luz, fruta, zapatillas,cuadernos, remedios, la merienda de la mañana para la escuela. Se hace frazada para dormir calentitos y a la mañana despertar con ojitos agradecidos, se sienten queridos. Se hace crecimiento y salud. Se hace abrazo, sonrisa, regalo de cumpleaños, se hace viaje y paseo. Se hace dignidad y esperanza de vida…” De esta manera, Barbero invita a seguir colaborando y acompañando esta obra que desde su génesis tiene un objetivo muy claro: ayudar a la niñez en situación de vulnerabilidad. 

 

Carolina Casaux

Estudiante de Comunicación Social.

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