Carolina Ambrogi: “Todo mi tiempo consiste en militar por el audiovisual en Río Cuarto”
Volvió durante la pandemia a la ciudad con el objetivo de impulsar la industria audiovisual. En sus roles como docente, realizadora audiovisual y coordinadora de APAC (Asociación de Productores Audiovisuales de la Provincia de Córdoba) se compromete para que el cine y la cultura sean áreas generadoras de trabajo
En una mesa junto a la ventana de un pequeño café que se ubica en frente del Teatro Municipal de Río Cuarto reposan dos tazas de café vacías, el plato con media factura sin terminar y el frasco de azúcar medio lleno. La camarera se acerca a la mesa para retirar los pocillos, preguntando si van consumir algo más y recibe la respuesta de que salga otra ronda de un cortado con leche pero sin edulcorante. Por la puerta de cristal del mismo café ingresa una persona con saco y un maletín, se apoya sobre el mostrador del café y espera su turno para sentarse en la mesa recién atendida. “Me vas a tener que disculpar pero en breve tengo otra reunión”, dice Carolina Ambrogi mientras chequea su celular y envía mensajes. Al levantar la vista se da cuenta que ya había llegado su próxima reunión: el hombre con saco y maletín. “Literalmente voy a tener que montar una oficina acá en esta mesa. Es la tercera reunión que voy a tener en el día” dice Carolina con un tono jocoso mientras sigue enviando mensajes. Su celular muta en una agenda portátil para organizar sus reuniones y, al mismo tiempo, otros trabajos relacionados a la pantalla grande.
Carolina es realizadora audiovisual egresada de la escuela de Cine y TV de Rosario, integró varios proyectos como la serie Argentina “La Chica que Limpia”, “Submersos” una coproducción argentino brasileña y “Bunker CP”, una serie Iberoamericana de consultoría política. En todas ellas se desempeñó como montajista y data manager, áreas en las cuales se especializó y en las que luego ejerció como profesora adscripta durante 5 años en la Universidad Nacional de Córdoba. Después de pasar varios años fuera, pegó la vuelta a su Río Cuarto querido en la antesala de la pandemia. La cuarentena fue un giro de trama inesperado para ella ya que no tenía decidido quedarse en la “city”. Pero el acontecimiento le abrió las puertas a una nueva oportunidad: contagiar su pasión por el cine para que muchas personas puedan adentrarse en el mundo del séptimo arte.
-¿Qué te llevó a interesarte por el mundo del cine?
-De chica siempre me gustó escribir historias que eran muy audiovisuales. Y cuando tenía 17 años llegó el momento de tener que elegir lo que iba a seguir estudiando, entonces prioricé elegir algo cuya rutina no tuviera que ser la misma todos los días. En ese entonces me gustaban mucho los documentales. Gracias a eso, y sin saber nada de cine, me entusiasmé con seguir esa carrera porque sabía que iba a estar por muchos lugares.
-¿Y qué fue lo que más te entusiasmó para seguir trabajando en el audiovisual al culminar tu carrera?
-Cuando estudiaba en Rosario pude ir a ver la filmación de una peli y para mí ese momento fue como estar en una superproducción de Hollywood ya que en aquellas épocas no había muchas posibilidades de hacer prácticas profesionales en cine. En el momento de escuchar el primer “Acción” fue como… !wooow!. El hecho de haber estado por primera vez en un rodaje me generó un cambio de vida. Hay una sinergia que no te puedo explicar en ese momento, qué sé yo, será la causa común que une a todos los trabajadores, como un montón de almas puestas en un mismo objetivo y confluyen. No sé si otras profesiones tienen esa misma energía.
-¿Y cuál fue tu primer trabajo audiovisual?
-En 2001 hice un largometraje acá en Río Cuarto para mi tesis. Trataba de un payaso que se había quedado sin trabajo. Era medio simbólico porque estaba toda esta movida del corralito, entonces la historia reflejaba lo de ésta persona que tiene cosas para ofrecer que se consideran poco comerciales, así que el loco iba por diferentes lugares de la ciudad en búsqueda de trabajo. Fue toda una súper movida acá porque nunca se había visto algo parecido a un rodaje de película. Tuve que hacer instancias de capacitaciones con la gente que iba a participar.
-¿Por qué elegiste Río Cuarto para grabar la película?
-Siempre quise trabajar acá porque entendí que no había escuelas que formasen en audiovisual. No había industria audiovisual en ese momento. Es más, hoy en día no hay industrias culturales acá. Y por eso me propuse militar para que esto suceda. Con la venida de la pandemia, la cual me obligó a quedarme, concentré todo mi trabajo en esto.
-¿Cómo llevaste a cabo esa tarea?
-Me contacté las veces que podía con gente de la Municipalidad y del área de cultura de la Provincia para promover políticas públicas. Siempre estaba molestando con este tema hasta que logré mantener reuniones con estas personas y de ahí se armó la sede local de APAC para comenzar a nuclear y trabajar de una manera más organizada con las productoras y gente que se dedique al audiovisual.
Ambrogi es una persona que respira audiovisual, su día a día se reparte entre escribir el desarrollo de dos documentales para presentarlos en los concursos, retomar un proyecto ficcional que fue financiado para continuar con su proceso, los lunes por la tarde tiene sus capacitaciones en el taller “Cine con lo que hay” y tiene su cargo en APAC como coordinadora local. Su objetivo principal: desarrollar la industria cultural en Río Cuarto lo más pronto posible. “Estoy 250% involucrada, no trabajo de otra cosa que no sea esto. Pienso a cada rato qué cosas pueden aportar al crecimiento. En la ciudad debe haber aproximadamente cinco personas que hayan tenido experiencias en grandes producciones pero nada más. Entonces, ¿cómo pretendes desarrollar una industria sin tener los conocimientos y los manejos claves?”.
Su urgencia la demuestra en el taller que dicta en el salón Mascavientos, con un par de estudiantes que se acercan para ver qué onda. Sin ahondar tanto tiempo con largas clases teóricas, enseguida pone en acción una mini escenografía: con cronómetro en mano, les da cinco minutos a sus alumnos para que coloquen materiales arriba de la mesa. Una vez que culmina el tiempo ella dice que lo que queda tiene que servir para crear la escena de un corto experimental, por lo cual vuelve a calibrar su cronómetro a cero y les da nuevamente cinco minutos para que capten con sus celulares distintos planos, ángulos y perspectivas de los objetos. Mientras tanto, pone a uno de sus alumnos a guionar la historia principal a partir de esa escena. “Si todos los conceptos son abstractos el aprendizaje sería muy vago. Distinto es si vos tenés la problemática concreta, con las herramientas que haya en el momento. Ahí surgen ideas buenísimas de la gente que ni a mí se me hubieran ocurrido. En el cine aprendes a hacer verdaderamente en rodaje, estando ahí y que se te quemen todos los papeles al momento de tener que resolver algo ya sea a nivel técnico, de producción o creativo” aclara Carolina mientras le brillan sus ojos color azul marino por la emoción de hablar sobre lo que más le apasiona.
Tras finalizar la práctica, ubica a sus alumnos en las butacas del salón, despliega la pantalla para proyectar, conecta a su computadora y comienza una videollamada con algunos compañeros de trabajo de larga trayectoria en cine (guionistas, directores de fotografías, directores de artes) y que ella conoció en múltiples rodajes. En esas charlas ella les pide algunos tips de escritura, iluminación, color, encuadres, escenografía. “Siempre tenemos gente grosa de invitados para que nos hablen desde su área específica. Nos viene bien porque estamos haciendo un concurso con bandas locales para producir un videoclip. Vamos a hacer una especie de casting para que los chicos tengan esa experiencia que es súper común en producción y de ahí elegimos una. Eso sí, las bandas tienen que llenar un formulario y registrar sus canciones en SADAIC para sellar sus derechos como autores ya que es su obra personal y no puede estar así nomás”. Su atención está puesta en paralelo con el Whatsapp para conseguir los equipos necesarios para grabar el videoclip y con el gmail para corroborar que los formularios que le envían las bandas estén correctos. Sin levantar la mirada de su celular suelta: “Queremos que las industrias culturales nos tomen en serio para agregar valor a las materias primas locales. Y para eso hay que profesionalizarse teniendo experiencias reales de trabajo”.
Así de full time culmina su jornada. Una vez en casa uno se puede esperar que desconecte por completo, pero su cabeza se sigue dando manija como la cámara a manivela de los hermanos Lumiere. “Por mí tendría una oficina en la cama, con una portátil y el mate al lado. Haría todo desde ahí, ese contexto me ayuda. Además no duermo tanto porque pienso mucho. A veces, de bien dormida que estoy, me despierto repentinamente y escribo cosas en un chat que tengo conmigo misma, ya que son cosas que las tengo que registrar en el momento. O también pasa que se me vienen las ideas antes de dormirme y ya me despabilo”. Así es su 24/7, luchando por cumplir su cometido, preocupándose cada segundo por dar un paso más en lograr que se les den cupos laborales a las personas de Río Cuarto en los rodajes, ayudar en su capacitación y que, a corto plazo, se grabe una película en la ciudad. “Siempre digo que me voy a tomar dos semanas de vacaciones, pero jamás sucede. Igualmente, a mí me encanta que pase eso. Al fin y al cabo, de eso se trata la militancia”.
Estudiante de Comunicación Social. Esta producción fue realizada en el marco de la cátedra Comunicación Impresa Aplicada.