El Multiverso de las pantallas
La cuota de pantallas contemplada en la Ley de Cine tiene más de 20 años sin cumplirse. La proliferación del cine americano en detrimento del nacional se hace cada vez más evidente y a eso se le suma las plataformas de streaming, que tampoco son equitativas en su menú de opciones.
El reloj marca las 19. Al subir por las escaleras que conducen a las salas de cine del Leonardo Favio se encuentran dos carteleras sostenidas, cada una, por unas estructuras metálicas parecidas a una especie de trípodes que indican las funciones de la semana. A la izquierda la nueva película de Ana Katz “El perro que no calla” y a la derecha, un drama belga del año 2019 titulado “El joven Ahmed”. En la boletería dos jóvenes piden sus entradas para la peli argenta, a lo que el cajero, luego de un escaneo rápido a los solicitantes, les contesta: “Daaale, para los estudiantes sale $100”. Los jóvenes ingresan a la sala 2 y con ayuda de las linternas de sus celulares tratan de buscar la fila más codiciada: la del medio. A medida que se acercan a sus lugares contemplan que, entre tantos asientos vacíos, se encuentran otros dos jóvenes en la última fila. La sala tiene en uso ocho asientos: cuatro ocupados por los respectivos jóvenes y otros cuatro por sus abrigos.
22:30. Subiendo por las escaleras eléctricas del Paseo de la Ribera se observa, cerca de los ventanales, las pelis del día: La nueva del Doctor Strange y la vuelta a las pantallas grandes de Jurassic World. Dirigiéndose hacia el lado de las boleterías la característica alfombra roja, homóloga a la de los Oscar, funciona como una típica cinta transportadora parecida a las que se encuentran en las fábricas, sólo que en lugar de llevar productos en serie para ser empaquetados, transporta a jóvenes y algunos adultos hacia las salas. A su lado, como si fueran una especie de esas vidrieras que alberga la calle Rivadavia, se encuentran organizadas una al lado de la otra las carteleras en donde resaltan los “próximamente”: “Lightyear”, “Avatar 2” y “Sonic 2”. Pero no se ve ningún título argentino.
“Gran parte de las películas que circulan hoy en los circuitos comerciales no tienen nada que ver con las tradiciones nacionales, aunque lo mismo sucede en todas las partes del mundo. Aquí se nos presenta la lógica del producto estandarizado con narrativas, tratamientos visuales y sonoros enlatados del cine hollywoodense. Las posibilidades de ruptura se pueden ver solamente en ciertos festivales o espacios de exhibición alternativos como el Leonardo Favio” dice, sin manifestar soberbia alguna y sacando a relucir una cátedra de Teorías de la Comunicación, Gastón Molayoli, programador de Cine en el Leonardo Favio desde hace diez años.
-¿Por qué estas pelis nacionales tienen poca concurrencia en las salas?
-No podemos decir que se debe a un problema del público o de la película en sí hasta tanto no definir su llegada y distribución a la mayoría de las salas. Por ahí también se las programa en un horario en las que también se pasan otras seis pelis de renombre o que tuvieron mayor promoción y difusión.
-¿Cómo se puede equilibrar esta situación?
-Las exhibidoras deberían otorgar una quinta parte de su programación al cine argentino. El INCAA no ha atendido como se debe las políticas de distribución y exhibición de ese material nacional alternativo para que logre encontrar a su público. Para eso debe fomentar medidas proteccionistas como el limitar la presencia obscena del cine norteamericano en las pantallas Argentinas.
Según la base de datos de la fiscalización del INCAA en una semana la cantidad de espectadores que asistieron a las diferentes salas del país para ver Jurassic World supera las 760.000 butacas. A esta le siguen Top Gun: Maverick con 168.000 espectadores y Doctor Strange en el Multiverso de la Locura con 121.000 espectadores. Mientras que “El perro que no calla” acumula solamente 40 espectadores. “El crecimiento exponencial de películas extranjeras exhibidas en las distintas salas va en contramano del trabajo de productores y realizadores nacionales, ya que no pueden completar la cadena de valor de la producción audiovisual. Ellos realizan proyectos, los materializan pero después quedan estancados en la difusión y venta”, recalca Emiliano Racino, Delegado riocuartense del Polo Audiovisual de Córdoba, mientras mira su pizarra llena de garabatos y flechas que van de un lado para el otro como si se encontraran en una gran carretera de circunvalación.
En las boleterías del cine del Paseo, el rostro de uno de los jóvenes que espera sacar los boletos está embozado por el balde de los pochoclos y las botellas de Coca-Cola. El cajero pregunta si desean agregar algo más al combo. El joven, con el balde en su mano derecha, agarra las botellas de gaseosas con la zurda y con el dedo índice que le sobra indica, en un movimiento pendular, que no. El cajero procede a darles la entrada y larga el precio: “$600 cada uno, más lo del combo”.
“En cuanto a la exhibición, está difícil. La entrada al cine se ha vuelto un lujo ya que dos entradas te cuestan lo mismo que dos suscripciones mensuales a Netflix, entonces muchas personas prefieren ver una peli en sus casas. Por un lado pegarla con una peli en una plataforma así sería un golazo porque es dinero que ganamos y por el otro es como venderle el alma al diablo porque competimos con múltiples contenidos falopas. Encima ahora pusieron la opción de reproducción rápida, como en los audios de WhatsApp. Esto es absurdo. No me gustaría que mi trabajo se vea en x1.5 o en x2”, suelta con indignación la cineasta y guionista riocuartense Florencia Wehbe, mientras presiona fuertemente con sus dos manos la taza de café.
Scrolleando por la plataforma de la “N”, Flor se da cuenta que en el menú principal sólo aparece cómo último lanzamiento argentino “Granizo”. Luego le siguen un par de series más que son originales de Netflix. Desde el Colectivo de Cineastas sostienen que el espacio que le dedica la plataforma de streaming al cine nacional es del 2%. Un 10% le corresponde a otras latitudes internacionales (Latinoamérica, Europa, Asia) y el resto son producciones norteamericanas. Esto se replica en la pantalla grande: mientras que Jurassic World y la del Doctor Strange se presentan en más de 600 salas, “El perro que no calla” y la nueva cinta “Camila saldrá esta noche”, de la cordobesa Inés Barrionuevo, alcanzan las 10 salas.
-Gastón ¿Qué vía de escape se utiliza para difundir las pelis más alternativas?
-Y hoy por hoy tenés festivales de cine en Cosquín, el Bafici en Buenos Aires, el de Mar del Plata y algunos espacios INCAA distribuidos en AMBA. Y acá en Río, aparte del Favio, también está el Teatrino. Después hay algunas plataformas como CINEAR o MUBI que pueden ser una opción.
-¿Y vos qué opinas Flor?
-Creo que el tema de los festivales por ahí es medio complejo porque no mucha gente puede viajar de una parte de la región a otra o incluso de una provincia a otra. Y con el tema de las plataformas, está genial que hayan venido a democratizar el arte y acercarlos a los hogares pero se hace difícil que muchos vean una peli diferente a las de Suar o Campanella.
-¿Y es posible establecer una medida para fomentar más espacios?
-GM: Las grandes distribuidoras que insertan películas norteamericanas en el país se están llevando una montaña de dinero. Por ahí estaría genial que dejen algo para impulsar la creación y difusión de nuevas salas.
-FW: Sí comparto pero, más allá de eso, la gente de acá no ve otro tipo de cine argentino que sea diferente a “Granizo” o “Metegol”. Esto pasa desde hace mucho tiempo, me acuerdo que la gente colmaba las salas para ver “Bañeros 3”. En festivales internacionales el cine más independiente que hacemos sí llena las salas y adquiere cierto prestigio, pero acá no.
La película de Katz en el “Favio” está empapada en blanco y negro, recordando a “Bolivia” de Adrían Caetano. Muestra escenas de campo, venta de verduras en un camión, el metro y hasta escenas en donde se utilizan ilustraciones a carboncillo, intercalando con secuencias largas de narrativa. En el momento en que los personajes deben usar grandes burbujas conectadas a oxígeno y caminan agachados para no contaminarse del aire, producto de la extraña caída de un meteorito, uno de los 4 jóvenes de la sala suelta: “Esto tiene la intención de jugar con lo extraño, pero me gusta. Se me hace que debe haber un significado oculto detrás de la peli y la directora quiere generar eso para que hagamos nuestras propias teorías”.
En la misma noche, la peli de Marvel en la Ribera deja a todos con la boca abierta, luciendo los pochoclos a medio masticar, debido a los impactantes efectos visuales. Se aferran con fuerza de los apoyabrazos de sus asientos cuando en la sala el sonido comienza aumentar y gritan de emoción cuando aparecen Patrick Stewart, Jonh Krasinski y Elizabeth Olsen en su versión malvada.
“Es cómo una pérdida, no hay cultura para ver cine argentino. Es doloroso asumirlo pero por un lado lo entiendo. La realidad es que las personas tienen la posibilidad de ver una o dos pelis al año y bueno… van a ver la última de Marvel porque está pensada para la pantalla grande, en 4K, con unos efectos de sonidos envolventes. Y tiene lógica. Estaría buenísimo que nos den más pantalla, pero no somos rentables” sentencia Flor.
Estudiante de Comunicación Social de la UNRC. Este Informe Especial fue realizado en el marco de la cátedra de Comunicación Impresa Aplicada.