Pincén: 30 años de sacrificio y humildad
En la localidad de Pincén, pueblo de 250 habitantes, se encuentra “Lácteos Pincén”, una fábrica que es conocida en el interior de Córdoba por la producción de la mozzarella.
Corría el año 1990 cuando, Juan Smit, abrió su fábrica de lácteos a metros de su casa, la llamó Lácteos Pincén. En ese tiempo, “Don Juan” contaba con los elementos necesarios para producir masa de mozzarella: una caldera a rotación de agua, tres ollas de mil seiscientos litros, una cámara de frío y seis empleados que trabajaban todos los días.
Durante siete años, trabajaron para una asociación en la que Don Juan estaba afiliado con dos socios oriundos de Buenos Aires. Dichos afiliados elaboraban la masa para mozzarella en Lácteos Pincén y la llevaban a sus fábricas para elaborarla. A fines de 1997, finaliza la asociación como consecuencia de las inundaciones. Dos años después, Don Juan junto a sus hijos, Rolando, Oscar y Roberto, comenzaron a producir por su cuenta la masa para mozzarella.
De a poco, Lácteos Pincén empezaba a ser nombrado en diferentes puntos de la provincia por la venta de masa a distintas fábricas. En esa época, contaban solo con un camión para recolectar la leche. Esta materia prima la compraban en pequeños tambos que producían 300 litros diariamente. “El crecimiento más alto de Lácteos Pincén fue en el período comprendido entre 2003 y 2010” afirmó Roberto, hijo menor de Don Juan. Durante esos siete años, luego de tanto esfuerzo, sacrificio y humildad, la familia Smit logró su principal objetivo: elaborarla Mozzarella. Desde entonces, incorporaron nuevos aparatos tecnológicos, cambiaron la caldera de agua a vapor, colocaron dos ollas de 2500 litros, y dos cámaras frío.
Lácteos Pincén no solo creció comercialmente, sino también en mano de obra, ya que en ese tiempo trabajaban alrededor de trece personas de lunes a sábados, desde las 5 hasta las 13 horas. Actualmente, cuenta con nueve empleados, dos oriundos de la localidad, el resto de diferentes lugares y provincias; Obispo Trejo (Córdoba), Realicó (La Pampa) y Formosa. El crecimiento de la fábrica, motivó a la familia Smit a crear más fuentes de trabajo para la localidad y es por eso que, abrieron dos tambos propios. Ambos tambos están bajo el mando de uno de los hijos de Juan, Oscar. Mientras que Rolando se encarga de la parte administrativa desde la ciudad de Córdoba y Roberto es el encargado de la fábrica.
Lácteos Pincén, tuvo la gran oportunidad de adquirir tres camiones. Dos de ellos para recoger la leche, uno conducido durante muchos años por “Don Juan”, y el tercero para transportar los productos a un depósito construido en el 2010 en la ciudad de Córdoba. La producción de la mozzarella de Lácteos Pincén, no solo ha llegado a diferentes puntos del interior de Córdoba, como Villa María, la zona de Traslasierra y Río Cuarto, sino a otras provincias como La Rioja y Salta. Pero en el año 2013, al encarecerse el medio de transporte, decidieron comercializar solamente en el territorio cordobés. Frente de la Fábrica Lácteos Pincén, ubicada a pocas cuadras de la Plaza Centenario, centro del pueblo.
Trabajar en tiempos de Pandemia
El 2020 nos tomó de sorpresa a todos y provocó el cierre de varias fábricas en la Argentina, producto del impacto económico, pero Lácteos Pincén jamás pensó en cerrar sus puertas porque, con el espíritu familiar de sacrificio, humildad y fortaleza pudieron afrontar la pandemia de la mejor manera. Roberto, el menor de los Smit, sostuvo que desde el primer momento, pensaron en “frío” para no endeudarse ya que eran conscientes que la gastronomía se cerraba y además ellos dependen 100% del mercado. Lo primero que hicieron fue reducir la menor cantidad de leche posible. “Antes de la pandemia sacábamos 9000 litros y ahora estamos sacando 3000” indicó. Al principio, la peste los llevó a que los empleados no trabajen todos los días, sino dos o tres veces por semanas con un estricto protocolo: usando barbijo, no compartir el mate, ponerse alcohol en gel, tener distanciamiento y tomar la temperatura antes de ingresar a las áreas de trabajo. En cuanto a la venta de su principal producto, disminuyó fuertemente ya que previo a la pandemia vendían 15 mil kilos y actualmente comercializan solo 1500 kilos. Sin embargo, buscaron un plan “B” e implementaron el queso cremoso y queso sardo aunque no tienen estructura para realizar dichos productos.
Épocas de Inundaciones
A lo largo de sus 30 años Lácteos Pincen, afrontó este desastre natural en tres oportunidades. Lamentablemente, la más recordada fue la segunda que duró seis años, desde 1997 hasta el 2003.
“Fueron seis años en la que aprendimos a convivir con el agua. Era normal que todos los días el camión que transportaba la leche se encarajara y por esto termináramos trabajando a las 12 de la noche” subrayó Irma Labeguerie, mujer de “Don Juan” quién agradece hasta el día de hoy a la vecina familia Sardoy por permitirle, en aquel tiempo, el paso del camión por su estancia para poder ir a recoger la leche. En ese tiempo, elaboraban la masa para mozzarella por lo cual el trabajo no era difícil y trabajaban cinco personas. Esa época fue inolvidable para todos los habitantes de Pincén ya que en el 2000 el ex gobernador Juan Manuel De La Sota arribó a la pequeña localidad para proponer el traslado del pueblo a unos seis kilómetros al oeste debido a que el agua rodeaba a los habitantes y la única alternativa era salir por los campos. Sin embargo, la familia Smit, nunca se iba a ir del pueblo. “Gracias a la humildad, voluntad y sacrificio pudimos salir adelante y nunca pensamos en movernos de aquí” indicó Irma. Actualmente la fábrica sigue en el mismo lugar desde que “Don Juan” la fundó.
Una mirada desde adentro
Lácteos Pincén está ubicada en una localidad que habitan 250 personas, lugar donde se conocen todos y que gran parte de ella trabaja en la fábrica. Uno de ellos fue Germán Javier Cesano, vecino oriundo del lugar, que trabajó desde abril del 2003 hasta febrero del 2008. “Mancho”, como le dicen sus familiares y amigos, estaba en el área de producción de masa para mozzarella, comentó que tenían un horario de corrido entre 8 y 9 horas y que en una época trabajaban de lunes a lunes hasta que la empresa adquirió un silo para guardar la leche y esto posibilitó que trabajen de lunes a sábado. Sostuvo que es un orgullo tener una enorme fuente de trabajo en una pequeña localidad ya que le aporta muchísimo comercialmente y les brinda, una materia prima a las familias que tienen criaderos de cerdos, como lo es el suero, no solo de la localidad, sino de la zona. Por último, destaca que Pincén es muy conocido por la mozzarella de Lácteos Pincén, marca registrada de la localidad. Al estar varios años en el mismo lugar quedan guardados millones de anécdotas. Mario Reynoso, quien también trabajó en dos períodos en dicha fábrica, recuerda que “el encargado de ese momento, cruzaba de la sala de masa a la sala de mozzarella y patinó, por suerte no fue grave pero hasta el día de hoy me acuerdo y me da risa”. Mario comenzó a trabajar allí por ser conocido de la familia y en su momento él necesitaba trabajo con tan solo 19 años de edad. Describió a la familia Smit como muy buena gente, trabajadora y emprendedora. También resaltó que afrontaron años malos, pero ellos siguieron siempre adelante con ganas crecer. “Gracias a su esfuerzo y sacrificio han sido compensados, es por eso que hoy en día es una de las mayores fuentes de trabajo que hay en el pueblo” indicó.
De Formosa a Lácteos Pincén
Se trata de Eleodoro Echeverría, oriundo de la provincia de Formosa, que junto a su familia emigraron en el 2006, al sur cordobés para conseguir trabajo. “Don Ele” consiguió trabajo en un tambo, lugar donde Lácteos Pincén retiraba la leche. Dos años más tarde, el tambo fue cerrado debido a la siembra y cosecha.
Por lo tanto, Eleodoro y su familia debieron buscar otro empleo y ahí fue cuando “Don Juan” le presentó la oportunidad de trabajar en la fábrica. Desde enero del 2008, comenzó a trabajar junto a su cuñado en Lácteos Pincén. Hasta el día de hoy, cumple una de las funciones principales de la fábrica: manejar una caldera a leña, descargar y lava los camiones. Eleodoro, es el primero en llegar, ya que ingresa a las 4 y media para poner en funcionamiento la caldera. Desde que comenzó hasta el día de hoy, su actividad fue siendo la misma y la describe como muy tranquila. En relación a la pandemia, afirmó que “fue difícil al principio porque trabajábamos dos o tres veces por semana, pero con esfuerzo y de a poco, volvimos a trabajar casi todos los días”. La familia Torres, tiene un criadero de cerdos, que subsiste gracias al suero que les brinda a diario la Fábrica desde el 2008.. Eleodoro junto a su perra “Mika” quen lo acompaña todas las mañanas y a su izquierda, la caldera que atiende hace 12 años.
“El espíritu, la garra y dar pelea, siempre nos llevó a no bajar nunca los brazos, hubo tiempos buenos y malos, pero lo único que debemos hacer es agachar la cabeza y seguir adelante para conseguir el objetivo…” Roberto Smit.